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jueves, 20 de diciembre de 2012

MIS DESEOS PARA LA VISPERA DEL FIN DEL MUNDO


                Hoy podemos decir que el mundo se divide en dos tipos de personas. Y no, esta vez no me estoy refiriendo a los que nos gustan las redes sociales y los que las consideran un exhibicionismo innecesario (el otro día, una amiga mía decía: “Yo, cuando era pequeña, quería leer la mente de los demás. Ahora, ya tengo FB”).
            Me refiero al grupo de los que piensan que el mundo se acaba mañana frente a los que no. Yo soy de los segundos, sobre todo porque está claro que es una apuesta segura. Si nos equivocamos, no va a venir nadie a recordándonoslo.
            Encima, los Mayas podían haber elegido otra fecha para colocar el fin del mundo; pero ¡la semana antes de Navidad ya es mala leche! Nos va a pillar a todos agotados: tratando de cerrar todo lo que tenemos pendiente en el trabajo antes de cogernos unos días de fiesta, ya casi saturados de cenas de empresa, cenas de amigos y comilonas varias para celebrar que desde el 24 no vamos a parar de zampar y beber ni un momento, saturados de festivales de villancicos, pastorcillos y espumillón. Y, sobre todo, histéricos después de pelear con jaurías enfurecidas de compradores que arrasan tiendas demasiado iluminadas, demasiado decoradas, llenas de gente y con la calefacción tan alta que te hace aprender control mental para tratar de no sudar debajo del abrigo, la bufanda y los guantes que son imprescindibles durante esta época para transitar por Pamplona.
            Igual los Mayas se referían a eso cuando nos anunciaron el fin del mundo. Transitar por los preparativos prenavideños en medio de la crisis que vivimos y hacerlo con una sonrisa y subida encima de unos tacones puede superar la paciencia de cualquiera.
            Yo creo que, en realidad, inventaron la historia esta del fin del mundo para que hagamos balance de nuestras vidas. Antes hacíamos eso para Nochevieja, pero ahora nos hemos hecho mayores y, esa noche, nos toca cocinar e invitar a la familia. Lo hacíamos también para nuestro cumpleaños, pero esos días bastante tenemos con llegar puntuales a la celebración familiar y que tu madre no diga “Ese vestido se te pega un poco al culo”.
            Así que la cultura Maya, que seguramente ya había sufrido todos esos imprevistos, inventó este fin del mundo de cartón piedra y que está dando tanto juego como lo hizo, en su momento, el cambio de milenio, la entrada del euro o el capítulo final de “Los Serrano”.
            Y a estas alturas, como ya no nos va a dar tiempo de celebrar el final en las islas Fidji, lo único que podemos hacer es reflexionar sobre los buenos propósitos que quiero plantearme para esta prórroga que estoy segura de que vamos a jugar a partir de mañana.
            Es complicado:
-          Dejar de fumar es un clásico; pero yo ya no fumo más que en ocasiones, así que no veo la necesidad de hacer un esfuerzo extra…  
-          Adelgazar tres o cuatro kilos era algo que me hacía más ilusión hace unos años que ahora, desde que he aprendido a quererme tal y como al parecer soy.
-          Viajar es una opción: pero desde que se inventaron los vuelos low cost se ha abierto un mundo de posibilidades y lo que me falta es tiempo para poder ir a todos los sitios que me apetece conocer.
-          El tiempo… Me falta tiempo para viajar o leer porque la mayor parte de mi tiempo libre lo dedico a mis hijos y eso es algo que me hace feliz y no quiero cambiar.
-          Mi trabajo es tan especial que, a pesar de que a veces se cruza un problema que me hace pensar que he perdido la vocación, el resto del tiempo me siento más que afortunada y disfruto con lo que hago durante 7 horas y media cada día.
-          El amor… ¡oh, el amor! No es que no pueda quejarme. En realidad, si tuviera que destacar una parcela de mi vida en la que he tenido éxito ha sido en esa, así que no parece una opción para los buenos propósitos.
-          La amistad, la gente que quieres… Tengo a mis amigas de siempre a mi lado, en mi vida ha ido apareciendo más gente que me quiere y a la que quiero y hasta he tenido la suerte de recuperar con los años a la única amiga que me importaba haber perdido.
-          Conclusión: solo me queda proponerme escribir esa novela que llevo diciendo que quiero escribir desde que tenía 12 años. Mi duda es porque no lo he hecho aun…
Bueno, mejor lo dejo o, si no, el fin del mundo me va a pillar sin buenos propósitos y también sin regalos de navidad. Esa es, en realidad la razón por la que la mayoría de nosotros nos cogemos fiesta en días intempestivos durante estas fechas. Para hacerles el trabajo sucio a Papá Noel, al Olentzero o a los Reyes Magos.
            Estoy segura que mañana no pasará nada distinto a lo que tenemos en la agenda. Yo, por ejemplo, la comida navideña con la gente del trabajo. Pero, si son los otros los que tienen razón: os deseo que el fin del mundo os encuentre bailando. 

miércoles, 25 de julio de 2012

HACIENDO EL BURRO POR BERGAMO



Hace algo más de un año, Guillermo un día nos dijo:
-Os tengo que contar una bomberada que se me ha ocurrido: quiero ir andando desde Finisterre hasta Jerusalén.
Los demás tampoco le creímos mucho y pedimos otra ronda.
Pero la realidad es que Guillermo lleva ya pateando desde hace 4 meses y una semana y nos sigue pareciendo mentira. Casi 2.500 Km y se ha cruzado Francia casi de punta a punta sin cruzarse ni una sola vez con Carla Bruni.
Ahora le toca Italia, repleta de italianas y posibilidades (bueno, en realidad, ayer se cruzó con 2 argentinas, pero eran muy mayores para él -26 o 27 años-, así que solo les pidió que le hicieran una foto para colgarla en el muro del FB). Ayer llegó a Milán, el paraíso de la moda. Pero no me imagino a Guillermo yendo de escaparates.
En cambio, hoy me lo imagino más porque está en Bérgamo haciendo el burro. Es una experiencia que utiliza a estos animales para programas terapéuticos del Alzheimer con buenos resultados. Y, cómo veis en la foto, allí que estaba él, agarrado a un burro guapísimo que se llamaba Luccio y con una camiseta naranja que publicitaba la terapia.
Si algo está recopilando Guillermo durante estos meses son experiencias diferentes y personas maravillosas que va conociendo por el camino. Hoy les está tocando el turno a Iratxe Telletxea, su marido Bepe y sus dos muñecos, Luigi y Julia, que han recorrido esta parte del camino al lado de Guillermo, como dos campeones. Ellos le han abierto las puertas de Bérgamo, le han organizado las conferencias y el día y, sobre todo, le han facilitado la vida que, aunque diga que no, necesita conversación y compañía.
Pero lo más importante de este camino es la concienciación del ALZHEIMER, y no solo los 24 ayuntamientos que se han convertido ya en ciudades solidarias desde que Sangüesa abriera la veta (me aposté con él que llegar a 100 durante su camino no era posible y veo que la cosa va avanzando paso a paso; como él). Lo más importante es esta comunidad de personas que nos hemos formado rodeando a Guillermo, trasladando información sobre el Alzheimer, pidiendo una política de estado en estos duros tiempos de recortes que nos están tocando vivir y pelear y acompañándole cada día en su extraña aventura.
Mañana le toca ir a Treviolo. En su centro de día pasará 48 horas antes de volver a Milán a retomar su camino. 
Necesita descansar. Eso es lo que más claro me ha quedado en nuestra conversación de hoy. Pero está empeñado en llenar su agenda y no buscarse un hueco para recuperar las fuerzas y poder tomar impulso. Hacerlo, después de 4 meses largos es imprescindible para llegar a meta. Tiempo para descansar es algo que creo yo que necesita. Él solamente desea una masajista que le espere después de cada final de etapa. Sus músculos lo necesitan.
Así que ya sabéis: las personas interesadas en la plaza, que cuelguen su curriculum aquí, en el muro de los Amigos!!

martes, 24 de julio de 2012

CREPITANTE CRETA


Escena 1: viaje en ferry.

Mi hija mayor tiene el ceño fruncido porque en alta mar no hay wifi. La mediana está vomitando por el oleaje y el pequeño hace cola conmigo en el baño. En esto, un niño, contento al ver a alguien que habla su mismo idioma le dice:
-¡Hola! Estás de vacaciones en Grecia?
-Sí, voy en un barco. Tú, ¿Cómo te llamas?
-Mario.
-¿Tú eres Mario Casas?- está claro que, a los 3 años, tener hermanas mayores imprime carácter.
La hermana del niño (Irene), después de la carcajada le pregunta:
-Y tú, ¿cómo te llamas?
-Irai.
-Uf! No conozco ningún Irai famoso.
-Soy yo. Es que de mayor voy a salir en la tele.

Dos horas después de llegar a Creta ya me han comido los mosquitos pero menos mal que una sopa de tomate picante reconstituye el espíritu.

Creta no es Santorini. Puede ser mejor; pero es otro tipo de turismo. Aquí no parece que se esté celebrando una convención de rubias. Aquí hay playas (increíbles, eso sí), familias y  pueblos costeros; pero acojona de verdad ver como conducen en Creta.




Es la palabra adecuada, y lo digo muy en serio. Hemos visto como el coche que iba delante, adelantaba a una moto y el de detrás nos adelantó a nosotros y, de paso, al que estaba adelantando. Todos a la vez, en raya continua y en una carretera de un solo carril para cada dirección, mientras del otro lado venía un autobús. Los cuatro justo delante, circulando a la par, aprovechando los dos arcenes para no chocar entre ellos. De auténtico pánico. Y más si ves las casitas funerarias que decoran cada tramo de la carretera.

Solo entre Retimnon y Chaniá (60 Km) hemos contado más de 80 casitas. ¡Las venden hasta en las gasolineras!! Al final, hemos preguntado a Dimitri el dueño del Amazones Villas que significaban y nos ha contado que en Creta se tiene la costumbre de colocar esos símbolos funerarios en los laterales de la carretera cada vez que alguien muere en un accidente de tráfico, para recordarle y llevarle flores. Pero son centenares solo en una isla que tendrá poco más del tamaño de Navarra. Tétrico.

Amazones Villas es el lugar  que buscábamos, un apartotel con mucho encanto en el noreste de Creta, a unos 30 Km de la capital. Los dueños, Dimitri y Natasha crean un ambiente increíble en un sitio lleno de árboles frutales, con un pub y casitas blancas y azules… Todo lo que se puede pedir para unas vacaciones.

Entre los destinos para ver dentro de Creta está Rethymnom, una ciudad preciosa del nordeste de la isla en la que destaca su fortificación preparada para luchar contra las invasiones piratas y unas callejuelas estrechas por las que pasear lentamente mientras buscas un lugar pintoresco donde poder tomar algo. Una ciudad con mucho encanto, con huellas de los turcos, los venecianos… En la zona está también la cueva del monte Ida el lugar en el que, según la leyenda, nació Zeus, el padre de los dioses y los hombres.



Pero aun nos gustó más Chaniá, la segunda ciudad más importante de Creta, con su puerto pesquero de origen veneciano presidido por un faro magnífico. Se creó sobre el antiguo asentamiento de Kydonia y se cuenta que está habitada desde el neolítico (en Grecia todo parece así, casi eterno), aunque fue bombardeada durante la II Guerra mundial pero, por lo demás, se conserva brillante, majestuosa…




En Agios Nikolaus hay un lago que es el centro de todo, aunque yo pienso que no es realmente un lago porque está conectado con el mar. Allí hemos cogido un barco destino a Spinalogka, una isla que fue la última leprosería que ha existido en Europa. Imaginar lo que sentirían los enfermos cuando les dejaban allí pone la piel de gallina. Tenía que ser angustioso, asfixiante. La pérdida de toda esperanza.




Y Cnosos (uno de los mayores yacimientos arqueológicos del mundo). Siempre había pensado que el día que más calor he pasado de toda mi vida fue visitando Efeso, hace ya 18 años, pero en Cnosos se ha superado la marca. 44º sin ninguna sombra, ni un árbol, ni una mota de brisa. Un camarero de la zumería que hay a la entrada hablaba castellano y, cuando nos ha preguntado de dónde veníamos, nos ha dicho:

-Entonces, somos parientes. La vuestra es la ciudad de los toros y la nuestra también.




Eso en cuanto a geografía. En gastronomía, por supuesto el tzatziki, el kebab, la musaka, la ensalada griega, con queso Feta, por supuesto y productos que crecen de manera desbordada. Dicen que el 20% del aceite de oliva del mundo se produce aquí. Exagerado, me parece, pero eso es lo que dicen las guías. Claro que cuando al leerlo, una se pone a pensar en Jaén, en la Toscana, en todo el aceite que se produce en Túnez, en el resto de Grecia… y parece imposible, pero la verdad es que hay extensiones inmensas de olivos allí por donde pasas.




Y están también las sandías. Las sandías son aquí tan grandes que ya decía el gran escritor Nikos Kazantzakis que en Creta crecen las sandías de un tamaño tan descomunal que si por las noches vas a un huerto de sandías puedes oír su crepitar.




Eso es magia. La magia de la crepitante Creta.

sábado, 14 de julio de 2012

DOLCE VITA EN SANTORINI


Santorini puede ser el destino soñado si no  viajas en el coche (camino al aeropuerto de Barcelona) con una quinceañera enquistada en:
-¿Cómo me podéis hacer esto? Mis amigas en San Fermín y yo me tengo que ir con vosotros. ¡Mañana me han dicho que va a haber un desfase! Y hoy… hoy ellas se van al concierto de Carlos Jeans y yo tengo que aguantarme e irme con vosotros a Grecia… Jo, tío.      
Pensábamos que nos iban a hacer pagar nuevas tasas de aeropuerto y Amaia (de Viajes Itsaslur) estaba pendiente en la oficina por si teníamos algún problema. Todo genial, como siempre: a pesar de llevar 4 maletas, 5 bolsos de mano, la silleta y, cómo no, las sandalias con plataforma que me han hecho quitarme, para pasar el control como si con una familia numerosa pudieras tener tiempo de hacer manualidades y traficar con droga.
Santorini es pequeña (poco más de 30 Km de larga) pero maravillosa. Desde la capital se ve el mar a ambos lados. Uno de esos lugares en los que entiendes que los expertos se empeñen en decir que era el lugar donde estaba la Atlántida, antes de ser devorada por el mar. 
Una isla azul y blanca. Un tópico, ya lo sé; pero es blanco y azul el cielo, las casas, la luz, las cúpulas de las iglesias, y el cielo, y el mar. En la piscina del HotelOrizontes todo es paz y descanso. Las tres piscinas integradas (la grande, la baby y el jacuzzi), las tumbonas de fieltro blanco, los grandes maceteros y el vino blanco de Santorini que, tal vez es un poco intenso, pero sabroso.
Orizontes está en Pyrgos, que es un pueblo menos turístico que la mayoría de la isla y con unas iglesias tan espectaculares como sus cuestas estrechas y altas. Hace falta usar el piolet para llegar al restaurante Kampali a comer una ensalada griega (con queso Feta, por supuesto), tzatziki y mousaka. También en el Penelope`s Café se come bien, más casero: albóndigas de carne y verduras y unas bolas de tomate sencillamente increíbles.

El Monasterio de Ilia es el punto más alto de la isla. Ilia estaba emocionada de encontrar, por fin algo que llevara su nombre acostumbrada a que Iruña tenga siempre todo el protagonismo. Eso sí, la carretera para llegar hasta allí daba auténtico pánico pero merece la pena para llegar hasta la iglesia ortodoxa, pequeña y rodeada de viñedos y hiedras en medio de un paisaje árido que hace que el verde resalte aun más.
En Perissa descubrimos la mejor playa para ir con niños de todo Santorini, o eso dice la gente que vive por allí aunque a las personas acostumbradas a la costa del Mediterráneo les puede parecer pedregosa y negra, de isla volcánica y salvaje. Comer allí un yogourt griego con miel es uno de esos placeres que nadie debería perderse.
En Thira (o Fira, según los mapas) parecía que había una convención de rubias. En realidad, en toda  la isla, como si todas las turistas rubias del mundo se hubieran puesto de acuerdo para viajar allí. Los griegos de Santorini (y también una gran parte de los turistas) tienen una genética maravillosa. No he visto tanta gente guapa por metro cuadrado en ningún sitio del mundo. y no es solo porque me sienta feliz.

Me compré un collar de coral rojo del Egeo. O eso es lo que me dijo la dependienta de la tienda y como construir recuerdos a veces es una cuestión de fe, yo decidí creerla. La catedral católica, justo al lado, también era digna de recordar, sobre todo por el momento en el que llegamos. Tiene una vidriera policromada que, a las 7 de la tarde, proyecta un arco iris en medio de la nave de la iglesia. Parecía una novela de misterio que marcaba el secreto mejor guardado, como en una de Dan Brown.
Y, por supuesto, Oia. El juego de palabras es fácil y un poco tonto pero, cuando vas a Santorni, todo el mundo te dice ID a OIA… Es mágico. Dicen que Oia es la mejor puesta de sol del mundo y siempre había creído que lo que había en Oia era un publicista maravilloso, que había sabido vender un producto. Hasta que llegamos allí. Santorini es una isla turística, pero en ningún caso masificada. Hasta que llegamos a Oia a ver la puesta de sol en manada con cientos de turistas corriendo alrededor para encontrar el mejor sitio desde donde disfrutarla. Y tú, cargada con la silleta tratando de seguir ese ritmo infernal.
Hemos cogido sitio en un pretil que era un peligro porque nuestro pirata particular de tres años quería lanzarse a buscar malandrines y bucaneros cuesta abajo (los sesos agua, si…); pero Ion  ha encontrado un sitio mucho mejor. La terraza del “Marizan Caves” donde hemos pedido vino, cerveza, chocolates… mientras el sol se ponía en tonos dorados y el mar brillaba en oro. Inolvidable. Uno de esos momentos para recordar toda la vida,
De todos modos, si alguien cree que los sanfermines son caóticos, es que no ha estado en el Little Port de Santorini. Teníamos billetes para viajar en el Cosmojet desde hace meses. Ya nos habían avisado que no operaba y que tendríamos que ir en el Megajet, pero al llegar, estaba completo y un centenar de personas no cabíamos. A la familia japonesa que teníamos delante les han dado un billete para salir a las 9 de la noche (teníamos que salir a las 6 de la tarde). Pánico total con un bebé de 3 años que gritaba que él quería subir al barcoooooo (ya digo que las historias de piratas le han hecho los sesos agua estilo las novelas de caballería a Don Quijote). Al final, nos han cambiado los billetes por los de la familia Udovichenko, para un barco que salía 15 minutos antes que el que teníamos previsto. Así que hemos navegado con una falsa identidad, como testigos protegidos surcando las aguas azules del cálido mar Egeo. 



sábado, 30 de junio de 2012

LARGO FIN DE SEMANA EN FOSSES ET BALEYSSAC


El fin de semana pasado estuvimos en una casa rural en Fosses et Baleyssac, en la Gironda, a 50 Km más o menos de Bordeaux. No voy a hacer una larga descripción del viaje, porque no ha sido un viaje, sino más bien una escapada.

Me gustan las casas rurales, no solo por la escapada y por desconectar sino porque alguien que comparte la casa contigo (aunque sea a fogonazos) durante quince años y desayuna a tu lado, hace turnos para ocupar la ducha, cocina, friega y comparte la atención a los niños, se convierte, inevitablemente en parte de tu familia.

Pero no es de eso de lo que voy a hablar hoy. Cada vez que vuelvo de un viaje y algo me ha gustado, lo recomiendo por ahí hasta que llega un momento en que se me olvida el nombre, la página web o la compañía con la que he reservado y cuando alguien me pregunta pasado un par de años por ese hotel fantástico, esa casita rural o por aquella excursión, yo ya no me acuerdo de los detalles exactos. Por eso los guardo en este blog que tiene mucha mejor memoria que yo.

El otro día les dije a mis compañeras de trabajo que lo mejor de este viaje era la casa y me pidieron referencias. Por eso, apuntaré dos recomendaciones de un largo fin de semana (de jueves a domingo) con el que disfruté de verdad.

La primera recomendación, desde luego, es la casa: “LesPhiliberts” era, sencillamente, maravillosa



Una fachada de ventanas en forma de arco, un jardín verde alrededor de esos que imaginas llenos de niños jugando, piscina climatizada, cenador para las comidas al aire libre, columpios y mesa de ping pong, una cocina grande en la que hacer la vida, una pareja de anfitriones al borde de la jubilación y encantadores. Vivían en la casa de al lado y aunque casi no los hemos sentido, han sido todo facilidades y todo en uno de esos lugares en el que los niños podrían pasar el verano de sus vidas.

La segunda recomendación, sin duda, Saint Emilion: un pueblo del que había leído que era bellísimo y, seguramente lo es más. Un pueblo que vive alrededor del vino (rodeado de viñedos, cuajado de vinotecas) y, tengo que reconocer que, por lo visto, pensado para beber en la intimidad: mientras que las botellas estaban a precios muy aceptables, una copa de vino blanco correcto, pero también el más sencillo de la carta, en una de las terrazas de la plaza principal, costaba 5 €. Merece la pena porque hacía un día fantástico y no sé si alguna vez volveré por allí pero hay que reconocer que no deja de ser un



La catedral también era interesante. Transición del románico al gótico y vidrieras estrechas pero, a la vez, coloridas…



Lo más recomendable según mis consultas por internet era el atrio porticado y allí una “Piedad” abstracta, hecha de hierro y óxido que a mí no me ha convencido pero, en cambio, a Ion le ha encantado.

Del resto del viaje creo que hay que destacar la lasaña y la siesta al sol de la piscina del sábado. El partido España-Francia que, aunque no soy muy futbolera he vivido por eso de la euforia colectiva.  La hoguera de San Juan que nos construimos en una fuente para no quemar el suelo. Y el domingo en Bordeaux. 


Un fin se semana que quiero recordar.

martes, 15 de mayo de 2012

EN MEDIO DEL CAMINO


El primer hito de Guillermo en su paseo por “La Memoria es el Camino” fue una etapa Finisterre-Finisterre. 2`8 km. Un ritmo vertiginoso, dándolo todo por la causa. A ese paso, pensamos, llegar a Jerusalem le constaría poco más de 7 años.
 Después hemos comprobado que era solo el calentamiento; pero también el momento en el que se aparca el vértigo o, al menos, se guarda bien doblado en la mochila y se da el primer paso, sabiendo que detrás de ese hay otro, y otro… hasta completar cientos de miles. De cuestas con subidas y bajadas. De días con un sol agobiante (por eso algunos le confunden con Mourinho) y otros de lluvias intensas (al paso que lleva, se va a crear un grupo que proponga sacarle en romería contra el calentamiento global y el cambio climático). Y todos los posibles estados intermedios.
Después de este primer hito se han ido sucediendo los acontecimientos reseñables de éste camino que le está acercando a la realidad del Alzheimer. Y a los demás con él. Cruzó Galicia entera en esta segunda quincena de marzo soleada. Asturias y Cantabria en abril aguas mil que ha hecho honor al refrán. Vizcaya y Guipuzcoa en compañía y libre de su pesada mochila. Y para principios de mayo ha dejado Navarra, con esa sensación de vuelta a casa, actos organizados y amigos y familiares esperándole a la vuelta de la esquina.
Mientras tanto, ha ido descubriendo historias como la del marido que fabricaba crucigramas de amor, don Julio en el gimnasio, la bretona que recordó el bretón, la sonrisa de Pepita y muchas otras que seguro que aun tiene esperando en el tintero.
También le ha dado para conocer a gente maravillosa como Loli, Luis, Cristina, Pablo, Javier, Marc, Koldo y muchos otros que igual yo ahora no me acuerdo pero estoy segura de que él no olvidará jamás.
Casi 1.900 Amigos en el grupo del FB, una treintena de personas escribiendo la crónica mensual para que todos los demás podamos acompañarle. Más de 50.000 visitas en el blog. Más de un centenar de entrevistas. Es impresionante la repercusión que está teniendo un proyecto que crece cada día y se hace más y más colectivo.
Y, exactamente, ¿a qué viene este recopilatorio? Pues a que hoy lleva 1.070 Km encima. Ha pasado otra barrera psicológica y ya solo le quedan cinco mil y pico km por delante. El pico a estas alturas ya empieza a ser lo de menos.
Ha dejado Navarra a sus espaldas, y aunque a él eso del terruño tampoco es que le quite el sueño (excepto cuando se empeña en recordarte que el es navarrrrrro con muchas muchas erres) demuestra que el camino tenía dos partes. Hasta ahora ha viajado hacia casa y partir de este punto del viaje se está alejando de aquí. Poco a poco.
Por eso, a pesar de los cinco mil y pico km, tengo la sensación de que estás en la mitad del camino.
                                   (Foto de Villar López de la entrada de Guillermo a Pamplona)
Dicen las malas lenguas que Guillermo hoy está descansando de la paliza que le hemos dado por aquí entre actos, visitas, recepciones y medios de comunicación. ¡Falacias! Hoy tenía un día de sesudas gestiones. En nada entra ya en Francia y las telecomunicaciones no suelen estar diseñadas para que las bomberadas salgan gratis. Guillermo está indignado (hoy 15M eso es algo muy propio). Las grandes compañías telefónicas no solo no apoyan un proyecto  que persigue conseguir una política de estado sobre el Alzheimer sino que quieren cobrar el minuto de “conferencia” (que dirían nuestros mayores) a precio de oro. Y no es eso. Así que ha coqueteado con el skipe (pero no todo el mundo podrá contactar con él de esta manera), ha pensado en comprarse un teléfono francés (y dentro de mil km ya verá que hacemos por Italia) y, al final, me ha llamado por un 948 en el que se le oía la voz lo mismo lo mismo que si me estuviera contactando desde la nave nodriza. Había descubierto una manera de hacer llamadas locales de forma gratuita desde el ordenador. Se sentía poco menos que R2D2.
Este fin de semana, después de un par de etapas para cerrar Aragón, creo que tiene intención de seguir investigando.  
Solo puedo desearte buen viaje, compañero. También nosotros daremos con la forma de mantener el contacto porque los Amigos de la Memoria es el Camino somos un grupo probadamente creativo y con ganas de seguir empujando tu aventura.
Tú, mientras tanto, anda rápido por los caminos de estos dos continentes porque aquí, en casa, estamos esperándote. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

PARIS ES SIEMPRE PARIS


Tengo que reconocer que de viajar me gusta todo, empezando por la planificación del viaje. Me entusiasma ese chispazo que suele producirse en tu cabeza cuando se te ocurre dónde quieres ir. La búsqueda de fechas. El buceo por internet buscando fórmulas baratas para poder trasladarte (esta vez Ion había encontrado hace más de dos meses billetes en el TGV, desde Hendaya; un medio de transporte agradable, rápido y cómodo). Las cosquillas buscando el alojamiento ideal (en este caso, en la agencia de viajes de El Corte Inglés porque la excusa era una tarjeta de viaje que Iñaki, Esther, Félix, Guillermo, Luis, Bea y Felix-in me habían regalado en la fiesta de mi 40 cumpleaños. Amigos que regalan experiencias ¡Lo mejor de la vida!). Hasta me gusta pensar en qué llevarme en la maleta… Siempre estoy disponible a la hora de viajar.
El destino no era original. En París ya habíamos estado un par de veces; pero con un plan distinto. La primera vez, en 1995, el verano después de casarnos. Estábamos en medio de San Fermín y decidimos ir a ver a mi amiga Laura que trabajaba entonces en Eurodisney. Metimos unas cuantas cosas en la maleta y, vestidos de blanco y rojo nos plantamos en Paris.
A mitad del viaje dos carteles: “Paris” y “Paris vis”. Ion optó por “Paris vis” y tuvimos un tour maravilloso por las carreteras comarcales d`Ile de France. Agotador, sobre todo con la resaca sanferminera a cuestas. Aun nos reímos de la vuelta que dimos. Una vuelta menor que la vez que en la línea circular del metro de Madrid -36 estaciones- Ion se empeñó en coger para un lado cuando era evidente, incluso para mí que tengo el sentido de la orientación un poco emborronado, que debíamos ir al otro lado. Hicimos 30 paradas. En las 10 primeras aun le insistí en que todavía nos merecía la pena cambiar de dirección. Al bajar, él me dijo:
¡No te quejarás! Te he hecho un tour por todo Madrid sin que te lo esperaras…
¿Cómo?...
En aquel primer viaje a París terminamos en Dîjon porque allí vivían Irene y Stan. Fue un viaje precioso pero no profundizamos en la esencia de Paris. No hubo tiempo.
La segunda visita la hicimos con los niños en la Semana Santa del año 2010. Fue un viaje sencillamente maravilloso: empezamos tres días en Bélgica, viendo Bruselas, Brujas, Gante… comiendo mejillones y chocolate. Después estuvimos dos días en Paris y otros tres en  Eurodisney. En Paris les enseñamos lo esencial: el sacre coeur, la torre eiffeil, el arco del triunfo, el museo del Louvre (menudo recorrido nos hicimos aprovechando que Irai se había quedado dormido en la silleta), la rue de Belzunce, que a Ion le hacía mucha ilusión… Uno de los días anduvimos más de veinte km, porque el metro de Paris está muy mal adaptado para ir con silleta. Aquella vez llegamos a Eurodisney con los niños completamente acelerados y nosotros pensando en que iban a tener que recogernos con una carretilla.
Esta vez el concepto de viaje era completamente diferente. Cuatro días para ver, disfrutar, callejear, descansar y sumergirnos un poco en esta fantástica ciudad de la mano, sin niños, como una pareja de novios.
Claro que, como todo el mundo sabe, para hacer un gran viaje, primero tienes que saltar un millón de obstáculos: trabajos acumulados, colocación de los niños, preparación de maletas, catarros de Ion y, como colofón, visita al pediatra con Iruña porque el día anterior a nuestra salida se hizo un esguince de  rodilla jugando al baloncesto y, en la radiografía le encontraron un huesecillo que, aunque no es nada, tienen que revisar.
Así que, cuando nos montamos en el TGV de Hendaya, solo pudimos pensar:
¡Prueba superada!.
El tren es una maravilla. El viaje de ida era en primera, en unos butacones en los que echar la siesta, escribir y leer sin que importe cuanto va a durar del viaje. Llegamos a Paris a las 18`33. Cogimos el metro en la misma Gare de Montparnasse y fuimos directos al Hotel Villa Van Gogh. Soy fiel a tripadvisión y consulto las opiniones de otros antes de reservar un hotel y, algunas veces, incluso un restaurante. Aunque siempre hay cenizos, en general da una visión bastante completa de lo que nos vamos a encontrar. El Villa Van Gogh, entre Pigalle y Opera parecía un tres estrellas francamente interesante en una ciudad donde alojarse es muy caro. Habíamos elegido la habitación “Elegance” en vez de la standard y, cuando subimos a dejar las maletas se nos cayó el alma a los pies. Una habitación oscura, diminuta. Para que uno de los dos pudiera entrar en el baño tenía que salir el otro… Un desastre. Además, no había mesa libre para ninguna de las noches en el Bistrot Lorette, al lado del hotel y uno de los sitios más recomendados en las redes sociales. Empezábamos regular.
Afortunadamente, nos fuimos a cenar en el café Jean Jacques, en la acera de enfrente y con unos vinos de pichet y un pastel de lenguado se nos quitó la pena y decidimos que, a la mañana siguiente, íbamos a pedir cambio de habitación.
Nos la cambiaron para la hora del desayuno. Y la segunda parecía de otro hotel. Una habitación bonita, luminosa, con una gran bañera y una cama de sábanas blancas, balcón en la habitación y también en el baño. ¡Como nos gustó el cambio! Seguramente nos dieron la primera para que pudiéramos apreciar lo que teníamos. ¡Qué cabrones!
Para el viernes 27 habíamos planeado un día de visitas obligadas de París, así que empezamos por el Arco del Triunfo, monumento bélico, imperialista, grandilocuente… La tumba del soldado desconocido con la llama encendida como una declaración que yo, la verdad, no entiendo demasiado bien porque no debe estar en mi código genético.
 De allí nos fuimos a Trocadero a hacernos la tradicional foto frente a la torre Eiffel rodeados de españoles en su viaje de estudios.
Y, de ahí, paseo por el Sena, otro clásico de la ciudad. En este caso, disfrutamos porque ya no llovía. Íbamos camino de la estatua de la libertad. ¿Sabías que en Paris, en la isla de los cisnes hay una estatua de la libertad? Si, es cuatro veces más pequeña que la de NY, un regalo de la comunidad francesa en EEUU. Se inauguró en 1889 y, cuando vas la ves de espaldas porque “está saludando a su hermana americana”.
Después, comimos unas tapas y unos vinos por  Linois y fuimos a visitar la basílica de Cluny.
Seguimos hacia Saint Severine, una iglesia muy especial. Y directos a Notre Dame a encontrar a Quasimodo. Había una de esas luces que te hacen entender que algunas personas se imbuyan de espiritualidad en las iglesias. Una de esas visitas que te pueden dejar maravillado.
Al lado comimos y vimos el Hotel de Ville. Ion, la primera vez que vinimos a Paris, hace 17 años me dijo:
He visto una cadena de hoteles en todas las ciudades por las que hemos pasado que es alucinante: el Hotel de Ville.
No me lo podía creer. Aun no sé si me lo dijo en broma. Pero nos seguimos riendo cada vez que visitamos la plaza de algún ayuntamiento francés. Y, sobre todo si es de la espectacularidad del de Paris.
A la noche, después de ponernos guapos, en vez de ir directamente a la torre Eiffel, paramos en la Asamblea Nacional y, desde allí, nos fuimos paseando hacia nuestra cena viendo el obelisco, el grand palace... Teníamos reservado sitio en el Restaurante Tour Eiffel 58 y, aunque proponían que se llegara media hora antes llegamos, por su acaso, a las 8. Entre recoger las entradas para poder subir y hacer la cola, casi se hacía la hora. El caso es que la cena era a las 9 en la 1ª planta de la torre Eiffel y allí nos bajamos en el ascensor. Ion quería subir a la segunda y yo me arrepentí de no haberlo hecho en cuanto salimos del ascensor. Conclusión: más de 350 escaleras para arriba. Y después, para abajo.
¡Qué gran idea! En el mismo momento que llegamos arriba dieron las 9 en punto y, en ese mismo momento se encendieron las luces de la tour Eiffel. El parpadeo de los cientos de bombillas, los flashes de las cámaras de fotos disparando sin parar en trocadero, el ambiente… Uno momento inolvidable.
Después, la cena también fue interesante: floie mi-cuit, belle de gamba, salmón con puré de zanahorias y salsa holandesa, poulet (suena mejor que pollo, jajaja) con espárragos verdes y salsa de mora. Surtido de quesos y chocolate de autor. Uno sale de esa gran estructura metálica con un muy buen sabor de boca. Además, el camarero me había dicho lo bien que hablaba en francés y eso me había dejado tan contenta como el mejor de los piropos…

Al llegar a Pigalle, aprovechamos para tomarnos un gintonic en el Marvais.
A la mañana siguiente teníamos entradas para ver el centro Pompidou, la exposición de Matisse y el arte contemporáneo. Una visita que merece la pena, sobre todo, si te gusta Kandinsky. Y a mí debe gustarme, porque es la forma en la que funciona el cerebro de Ion…
Por fin compramos la sudadera de Iruña. Las adolescentes de ahora compiten por tener un mayor número de sudaderas en las que ponga I love algo. La ventaja es que, así, los padres no nos rompemos la cabeza, vamos a tiro fijo.
Después cogimos el metro para ir a la zona de Ópera porque Ion quería comer en le Bistrot Romain, una cadena de restaurantes de menú muy popular en Francia con menús de diferentes precios en función de si pides primero y segundo, segundo y postre, bebida incluída, etc… De ahí, a las galerías Lafallete, más a ver que a comprar, la verdad; pero la cúpula, el ambiente, el espectáculo, la verdad es que son dignos de una visita.
Cerramos la tarde, agotados, tomando café en un Starbucks atestado de gente, paseando alrededor de la ópera, alucinando en la Plaza Vandome, donde el Ministerio de Justicia convive en el mismo edificio con tiendas como Chanel, Rolex o Louis Vuiton y acabando el día en la plaza de la Madeleine y su iglesia de la santa pecadora. Había una misa góspel que apetecía mucho, pero al final no nos quedamos porque había mucha cola y porque para esas horas estábamos agotados de la cantidad de tiempo que llevábamos andando por París.
 Y el 29, nuestro último día completo empezamos la jornada en el muro del “Te quiero”, donde se marcan 311 maneras e idiomas de expresar un sentimiento que mueve el mundo.
De allí a la plaza de la Bastilla a ver el ángel dorado tratando de escapar. Nosotros buscábamos el mercado d`Aligre, una propuesta muy interesante. Fuera, puestos de fruta y de verdura, ruibarbos (no sabía ni siquiera cómo eran, en realidad), fresas (pero fresas de verdad. Hace poco leí que en Navarra no se comen ya fresas, que todos comemos fresones. Y creo que es verdad: en el mercado d`Aligre había fresas de esas que cogíamos cuando éramos niños, con ese olor intenso que ya no recordaba, tan pequeñas, tan sabrosas... y hay que decir que también tan caras).
Había también anticuarios. Ion se compró tres libros de cocina francesa de esos que esperas que pruebe muy pronto en una cena entre amigos. Yo me enamoré de unas copas de plata para beber licor de los años 40, tan tan maravillosas que desde ahora van a ser el centro de mi comedor.
Después tomamos el aperitivo en el Baron Rouge, un bar muy peculiar y especialmente recomendable con camareros pintorescos de grandes barbas y clientes de una estética progre un poco trasnochada; muy reconfortante. Tomamos dos sauvingnones con andouille de Gemené, que es una especie de tripa en embutido y loncheada en forma de flor con un sabor bastante fuerte y acompañada de pepinillos y pequeñas cebolletas.
Después de dar muchas vueltas con nuestros libros y nuestras preciosas copas a cuestas, por fin encontramos la rue de la Bastilla, que no la place o el Boulevard, que son los conocidos. En la rue de la Bastilla el restaurante Bofinger el más antiguo de todo París, según señalan las guías. Pero no solo es el más antiguo y el que tiene una cúpula acristalada más bella. También es la mejor gastronomía que hemos disfrutado en el viaje. Una auténtica delicia que roza la perfección. Ostras, langostinos y coquillas, que no es algo difícil de cocinar, la verdad, pero también hay que tener el estilo de saberlas elegir. De segundo, tartare de boeuf y choucroute de mer. Sorprendentes los dos platos. Y, aunque no somos mucho de postres, pedimos la degustación Bofinger: sopa de frutas del bosque, soufle de moras, creme brûlé y petits de almendras. Maravilloso. Todo regado con pinot blanc. 
Con aquel buen sabor de boca nos fuimos al nuevo París. Arquitectura increíble del siglo XXI (propuesta por Mitterand en los años 80, en realidad). El gran arco de la fraternité, alineado de manera exacta a cuatro Km del Arco del Triunfo. Y más de cuarenta rascacielos…
En el centro comercial compramos ropa para los enanos y un bolso de primavera que a mi madre le va a encantar cuando se lo dé el domingo para celebrar que es el día de la madre. Después, volvimos a coger el metro para ir al hotel a arreglarnos y salir a celebrar nuestra última cena en París.
Esta vez elegimos un pequeño bistrot en Clichy: el bistrot Melrose. Luces doradas, rosas en las mesas, decoración modernista, copa de champán a la llegada y, de cena, ensalada capresse, pero con un tomate entero y relleno de queso con crema de olivas negras. Riñón de vaca a la salsa de carne con cazuelita de puré de patatas y, de postre, crêpe de grand marnier flambeado, todo regado con un bordeaux chateau viñas viejas. Un broche de oro soberbio.
Sobre los espectáculos que uno se puede encontrar en el metro de París mejor hablamos en otra entrada.