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jueves, 7 de octubre de 2010

LOS PRIVILEGIADOS DE LA TRIBU

A raiz de la escasa respuesta del funcionariado a la Huelga General, tuve ayer un interesante debate con un compañero. Hablábamos sobre si el trabajo ha dejado de ser, o no, la centralidad de nuestras vidas. Pero pensando en el concepto del trabajo como eje vertebrador de unidades sociales. No cómo elemento privado del que la mayoría, en alguna medida, huimos.

Él apostaba por la dimensión más social e histórica del trabajo, como elemento centralizador de movimientos, de resistencias y oportunidades con construcción social. Yo, en cambio, creo que los funcionarios lo que hemos perdido, si es que lo hemos tenido alguna vez, ha sido la conciencia de clase; pero, respecto a su análisis, apostaba que existe una nueva mentalidad colectiva respecto al trabajo y la vida de cada persona. Que no me termino de creer que, en el siglo XXI, siga pudiendo valernos esa máxima marxista de que construir la sociedad equivale a organizar el trabajo. Porque, en estos debates, siempre me he posicionado más con esa tesis de La división social del trabajo que dice que una de las crisis que sufrimos (ahora como en el siglo XIX) es que, históricamente, hemos tenido una estructura social basada en la división del trabajo y resulta que ahora que ya no vivimos en la revolución industrial este esquema parece cómo si no encajara con las normas éticas que tiene establecidas nuestra sociedad.

Por eso, yo sigo apostando más por buscar la manera de inventar esos derechos ciudadanos y un cuerpo de normas que nos vinculen y cohesionen como colectividad. Él opinaba que los derechos privados del yo pesan, y mucho en la configuración de las posiciones frente a los acontecimientos y que con ellos engrasamos, día a día, la maquinaria del capital más sibilino de la historia. No son puntos contradictorios; son diferentes prismas para tratar de entender una misma realidad: nos falta sentimiento de colectividad, solidaridad con el de al lado, ganas de cooperar... Y habrá que hacer algo al respecto. Un primer paso, y una inmensa suerte, es encontrar a gente con la que poder discutir sobre estos asuntos.

En esas estaba cuando un amigo me mandó un correo. En su faldón había colocado la siguiente frase: 
"El individuo ha luchado siempre para no ser absorvido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y, a veces, asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo".
Creo que no se puede pedir más para cerrar un día de debate.

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