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martes, 19 de octubre de 2010

CAMBIAR LA FORMA DE ENTENDER LA VIDA Y LA POLÍTICA



A veces te encuentras con alguien a quien no has visto desde hace años y mantienes una conversación relevante. Las conversaciones relevantes son como pequeños regalos.

Ayer estábamos tomando uno de los mejores tés que he tomado hace tiempo y hablábamos de mi vida, de la suya, de política, de literatura, de filosofía zen y de nuevas tecnologías cuando surgió la pregunta

-Pero tú, exactamente ¿Quién quieres ser?

Hay personas que nos lo cuestionamos todo desde que tenemos uso de razón. Dicen que dudar de todo, o creerlo todo, son dos opciones igual de cómodas, pues tanto una como la otra, te eximen de reflexionar. Pero la esencia de cuestionártelo todo es que no se trata, simplemente, de dudar. Es analizar cada paso, no creer que ese padre protector, sea dios, sea el mercado, sea el estado, los medios de comunicación o el líder político del momento va tener las respuestas. Al menos, las que tú buscas.

Cada día estoy más convencida que ya es hora de vencer el sectarismo y los personalismos excluyentes que, algunas veces, tanto daño hacen a la vida y a la política. Por eso es hora de cambiar. De cambiar, por lo menos, la forma de entender la política, que seguramente resulta un poco más sencillo. Yo apuesto por ello. Por tratar de hacer política en un espacio abierto. Y sí, desde la izquierda, porque a veces, parece que hay que decirlo todo el tiempo para que algunos te den no sé exactamente que tipo de carnet. Pero hacer política en un espacio abierto a que otras personas que comparten ideas, otros grupos, la ciudadanía, los sindicatos, los y las profesionales vuelvan a interesarse por la actividad pública. Porque solo de ésta forma amplia y generosa podemos sumar, influir y crear. Pero juntos, sin que la suma sea al final una especie de sopa de letras aliñadas por la desconfianza. Las prácticas de tala y exclusión que algunas personas ejercen a menudo es lo menos apropiado para construir un futuro en positivo. Un futuro mejor que, al fin y al cabo, es lo que todos y todas queremos.

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