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miércoles, 18 de abril de 2012

SIETE KILÓMETROS DE MÁS

(Ya, puestos a actualizar, cargo el anterior artículo que hice sobre el viaje de Guillermo en "La Memoria es el Camino". Es del día 27 de marzo)


27 de marzo. Hace 9 días que Guillermo dio sus primeros pasos por el Camino de la Memoria. 9 días pueden parecernos pocos a los que le seguimos desde la comodidad de nuestro sofá, pero son muchas zancadas dadas por el Alzheimer y por este sueño personal en el que nos ha embarcado también a los demás.

9 días, 191 Km, ahí es nada. La de hoy ha sido una etapa especialmente dura. Una etapa de 41 Km que, al final, se han convertido en 48 porque Guillermo hoy se ha perdido seis o siete veces (la primera, a propósito, a las 7`15 de la mañana, a la salida del pueblo; dice que la camarera le ha indicado con ambigüedad. En qué estaría él pensando…).

Pero Guillermo no solo se dedica a andar. También visita centros de día para conocer a las personas afectadas, enfermos y cuidadores. Prepara artículos para concienciarnos de que el Alzheimer supone un desafío sanitario y social de primer orden. Se enfrenta a intersecciones en las que dudar, por supuesto no preguntar y, algunas veces, como hoy, incluso perderse (pero con la satisfacción de no haber preguntado).

Hablando de pérdidas: en estos días le ha dado hasta para preocuparnos haciéndonos creer que había perdido su imprescindible ordenador. ¡Que nadie piense que se lo dejó olvidado en algún sitio! No. Guillermo no es tan despistado… Simplemente, le pareció que había “explotado”.

Es cosa de la memoria dijeron algunos en el muro de los “Amigos de la Memoria es el Camino”. Una bonita metáfora para comprender lo vulnerables que nos podemos volver cuando perdemos nuestros datos vitales…

Al final, resulta que no era poesía. Lo de Guillermo es, más bien, la tecnología y no se había fijado que no llegaba corriente al enchufe que había en su habitación. ¡Para qué iba a probar en otro! Mejor, ir a una tienda de informática (…a preguntar).

Guillermo y su resucitado ordenador han amanecido hoy en el Monasterio cisterciense de Sobrado dos Monxes. La envidia de los que le seguimos enredados con la vida, el trabajo, los hijos y las prisas. Un jardín increíble, un claustro con unos ventanales repletos de luz…

Por delante, 41 Km (o eso creía él antes de perderse seis veces). Una etapa interminable. Especialmente porque la primera mitad del camino (Laguna de Sobrado, Corteporcos…) alcanzan las máximas cotas de altitud del Camino. Y eso es un rompepiernas; una javierada entera pero con una mochila de 10 kilos al hombro.

Eso sí, la foto del amanecer en los lagos de Sobrado dos Monxes no tiene precio. Gracias a haberse perdido ha llegado en el momento y con la luz perfecta. ¡Ejercer de Peter Sellers puede tener sus ventajas!

Un día duro, sí, pero Guillermo no ha cedido a la tentación de parar a mitad del camino, en el albergue de Miraz (que, por otra parte, estaba cerrado; pero eso no hace falta contárselo a nadie). Ha hecho toda la etapa, incluso con los 7 kilómetros de propina. “Con un par…”, que diría él.

Al final, 13 horas andando. Ha llegado muerto a Baamonde.

Ni me siento los dedos de los pies me ha dicho.

Mañana se va a comprar, sin falta, un mapa de carreteras de Lugo y, a partir de ahora dice que los días que ande solo no hará etapas de montaña.  

Además, y eso seguramente es lo que más le ha dolido, Guillermo hoy no ha llegado a tiempo para echarse la siesta. A él le encanta dormir y, supongo que, en este viaje, en el que está madrugando cada día y, además, haciendo ejercicio, aun lo necesita más. Dormir es, posiblemente, una de sus actividades favoritas, junto con comer ostras; que a veces me pregunto si no habrá empezado el viaje en Finisterre para tener mucha Galicia que recorrer con sus posibilidades gastronómicas a la vuelta de la esquina.

No tenemos suficiente información sobre el Alzheimer, ese ladrón de recuerdos. Y eso, a pesar de que es una enfermedad de la que se habla mucho. Todos apostamos por el diagnóstico precoz para afrontar la enfermedad en las mejores condiciones. Nadie quiere que le roben los recuerdos. Pero, para Guillermo, seguro que el sabor de las ostras gallegas es uno de esos que quiere guardarse en su cajón personal.

Porque, en realidad, de eso trata esta historia, de llenar el cajón de vida, de recuerdos, de experiencias… Guillermo lo está haciendo, mientras recorre este largo camino.

Nosotros queremos empujarle por lo menos un rato cada día. 

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