El fin de semana pasado estuvimos en una casa rural en Fosses
et Baleyssac, en la Gironda, a 50 Km más o menos de Bordeaux. No voy a hacer
una larga descripción del viaje, porque no ha sido un viaje, sino más bien una
escapada.
Me gustan las casas rurales, no solo por la escapada y por
desconectar sino porque alguien que comparte la casa contigo (aunque sea a
fogonazos) durante quince años y desayuna a tu lado, hace turnos para ocupar la
ducha, cocina, friega y comparte la atención a los niños, se convierte,
inevitablemente en parte de tu familia.
Pero no es de eso de lo que voy a hablar hoy. Cada vez que vuelvo
de un viaje y algo me ha gustado, lo recomiendo por ahí hasta que llega un
momento en que se me olvida el nombre, la página web o la compañía con la que
he reservado y cuando alguien me pregunta pasado un par de años por ese hotel
fantástico, esa casita rural o por aquella excursión, yo ya no me acuerdo de
los detalles exactos. Por eso los guardo en este blog que tiene mucha mejor
memoria que yo.
El otro día les dije a mis compañeras de trabajo que lo mejor
de este viaje era la casa y me pidieron referencias. Por eso, apuntaré dos
recomendaciones de un largo fin de semana (de jueves a domingo) con el que
disfruté de verdad.
La primera recomendación, desde luego, es la casa: “LesPhiliberts” era, sencillamente, maravillosa
Una fachada de ventanas en forma de arco, un jardín verde
alrededor de esos que imaginas llenos de niños jugando, piscina climatizada,
cenador para las comidas al aire libre, columpios y mesa de ping pong, una
cocina grande en la que hacer la vida, una pareja de anfitriones al borde de la
jubilación y encantadores. Vivían en la casa de al lado y aunque casi no los
hemos sentido, han sido todo facilidades y todo en uno de esos lugares en el
que los niños podrían pasar el verano de sus vidas.
La segunda recomendación, sin duda, Saint Emilion: un pueblo
del que había leído que era bellísimo y, seguramente lo es más. Un pueblo que
vive alrededor del vino (rodeado de viñedos, cuajado de vinotecas) y, tengo que
reconocer que, por lo visto, pensado para beber en la intimidad: mientras que
las botellas estaban a precios muy aceptables, una copa de vino blanco
correcto, pero también el más sencillo de la carta, en una de las terrazas de
la plaza principal, costaba 5 €. Merece la pena porque hacía un día fantástico
y no sé si alguna vez volveré por allí pero hay que reconocer que no deja de
ser un
La catedral también era
interesante. Transición del románico al gótico y vidrieras estrechas pero, a la
vez, coloridas…
Lo más recomendable
según mis consultas por internet era el atrio porticado y allí una “Piedad” abstracta, hecha de hierro y
óxido que a mí no me ha convencido pero, en cambio, a Ion le ha encantado.
Un fin se semana que quiero recordar.
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