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sábado, 14 de julio de 2012

DOLCE VITA EN SANTORINI


Santorini puede ser el destino soñado si no  viajas en el coche (camino al aeropuerto de Barcelona) con una quinceañera enquistada en:
-¿Cómo me podéis hacer esto? Mis amigas en San Fermín y yo me tengo que ir con vosotros. ¡Mañana me han dicho que va a haber un desfase! Y hoy… hoy ellas se van al concierto de Carlos Jeans y yo tengo que aguantarme e irme con vosotros a Grecia… Jo, tío.      
Pensábamos que nos iban a hacer pagar nuevas tasas de aeropuerto y Amaia (de Viajes Itsaslur) estaba pendiente en la oficina por si teníamos algún problema. Todo genial, como siempre: a pesar de llevar 4 maletas, 5 bolsos de mano, la silleta y, cómo no, las sandalias con plataforma que me han hecho quitarme, para pasar el control como si con una familia numerosa pudieras tener tiempo de hacer manualidades y traficar con droga.
Santorini es pequeña (poco más de 30 Km de larga) pero maravillosa. Desde la capital se ve el mar a ambos lados. Uno de esos lugares en los que entiendes que los expertos se empeñen en decir que era el lugar donde estaba la Atlántida, antes de ser devorada por el mar. 
Una isla azul y blanca. Un tópico, ya lo sé; pero es blanco y azul el cielo, las casas, la luz, las cúpulas de las iglesias, y el cielo, y el mar. En la piscina del HotelOrizontes todo es paz y descanso. Las tres piscinas integradas (la grande, la baby y el jacuzzi), las tumbonas de fieltro blanco, los grandes maceteros y el vino blanco de Santorini que, tal vez es un poco intenso, pero sabroso.
Orizontes está en Pyrgos, que es un pueblo menos turístico que la mayoría de la isla y con unas iglesias tan espectaculares como sus cuestas estrechas y altas. Hace falta usar el piolet para llegar al restaurante Kampali a comer una ensalada griega (con queso Feta, por supuesto), tzatziki y mousaka. También en el Penelope`s Café se come bien, más casero: albóndigas de carne y verduras y unas bolas de tomate sencillamente increíbles.

El Monasterio de Ilia es el punto más alto de la isla. Ilia estaba emocionada de encontrar, por fin algo que llevara su nombre acostumbrada a que Iruña tenga siempre todo el protagonismo. Eso sí, la carretera para llegar hasta allí daba auténtico pánico pero merece la pena para llegar hasta la iglesia ortodoxa, pequeña y rodeada de viñedos y hiedras en medio de un paisaje árido que hace que el verde resalte aun más.
En Perissa descubrimos la mejor playa para ir con niños de todo Santorini, o eso dice la gente que vive por allí aunque a las personas acostumbradas a la costa del Mediterráneo les puede parecer pedregosa y negra, de isla volcánica y salvaje. Comer allí un yogourt griego con miel es uno de esos placeres que nadie debería perderse.
En Thira (o Fira, según los mapas) parecía que había una convención de rubias. En realidad, en toda  la isla, como si todas las turistas rubias del mundo se hubieran puesto de acuerdo para viajar allí. Los griegos de Santorini (y también una gran parte de los turistas) tienen una genética maravillosa. No he visto tanta gente guapa por metro cuadrado en ningún sitio del mundo. y no es solo porque me sienta feliz.

Me compré un collar de coral rojo del Egeo. O eso es lo que me dijo la dependienta de la tienda y como construir recuerdos a veces es una cuestión de fe, yo decidí creerla. La catedral católica, justo al lado, también era digna de recordar, sobre todo por el momento en el que llegamos. Tiene una vidriera policromada que, a las 7 de la tarde, proyecta un arco iris en medio de la nave de la iglesia. Parecía una novela de misterio que marcaba el secreto mejor guardado, como en una de Dan Brown.
Y, por supuesto, Oia. El juego de palabras es fácil y un poco tonto pero, cuando vas a Santorni, todo el mundo te dice ID a OIA… Es mágico. Dicen que Oia es la mejor puesta de sol del mundo y siempre había creído que lo que había en Oia era un publicista maravilloso, que había sabido vender un producto. Hasta que llegamos allí. Santorini es una isla turística, pero en ningún caso masificada. Hasta que llegamos a Oia a ver la puesta de sol en manada con cientos de turistas corriendo alrededor para encontrar el mejor sitio desde donde disfrutarla. Y tú, cargada con la silleta tratando de seguir ese ritmo infernal.
Hemos cogido sitio en un pretil que era un peligro porque nuestro pirata particular de tres años quería lanzarse a buscar malandrines y bucaneros cuesta abajo (los sesos agua, si…); pero Ion  ha encontrado un sitio mucho mejor. La terraza del “Marizan Caves” donde hemos pedido vino, cerveza, chocolates… mientras el sol se ponía en tonos dorados y el mar brillaba en oro. Inolvidable. Uno de esos momentos para recordar toda la vida,
De todos modos, si alguien cree que los sanfermines son caóticos, es que no ha estado en el Little Port de Santorini. Teníamos billetes para viajar en el Cosmojet desde hace meses. Ya nos habían avisado que no operaba y que tendríamos que ir en el Megajet, pero al llegar, estaba completo y un centenar de personas no cabíamos. A la familia japonesa que teníamos delante les han dado un billete para salir a las 9 de la noche (teníamos que salir a las 6 de la tarde). Pánico total con un bebé de 3 años que gritaba que él quería subir al barcoooooo (ya digo que las historias de piratas le han hecho los sesos agua estilo las novelas de caballería a Don Quijote). Al final, nos han cambiado los billetes por los de la familia Udovichenko, para un barco que salía 15 minutos antes que el que teníamos previsto. Así que hemos navegado con una falsa identidad, como testigos protegidos surcando las aguas azules del cálido mar Egeo. 



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